Punta Cana, RD.- Recopilando lo que he escrito en este día, en años anteriores, puedo asegurarles que cada tristeza hace un huequito en la madera que recubre nuestros corazones y que yo sé que esos hoyitos, aunque cuando uno pase la mano, sienta los grumos que enturbian lo liso que pudiera estar, dan fe de lo que hemos sufrido, perdonado y superado (2011).
Si hubo un fin de año difícil de procesar en el pasado, sin duda, fue el del año 2013. Sabíamos todos en la familia que “matricular” no necesariamente implicaba la perdurabilidad de Rosa León, mi santa madre, que desde el cielo nos cuida y nos orienta. Ese año pude saber cuánto amor existía en la familia León Salguero. El evento me preparaba para soltar amarras aún más dolorosas que la muerte de mi madre. Puedo constatar que la trascendencia de las personas que amamos es un regalo valioso y que no todos son capaces de trascender, pues no muere la persona que podemos recordar porque ella se queda para siempre en nuestros corazones.
Tal día como hoy, en el 2014, despedía el año en Coche, Caracas, junto a mi hermana Roselia, mis hijas, su padre y los amigos entrañables de mi infancia.
El 2015 fue el año de los cambios decisivos, del nuevo comienzo, del desarraigo físico para llevar a Venezuela en el corazón a donde me ubicara, caprichosamente, la vida. Desde ese año estoy en Punta Cana, República Dominicana, por ahora.
Puedo afirmar, sin temor a equivocarme que no hay nada más poderoso que alma, cerebro y corazón en sintonía y que el ser humano siempre reaccionará ante la posible destrucción de su entorno o ante cualquier evento que sienta que debilite o perjudique a los seres que más ama. Al reaccionar con cada elemento por separado, guiado por el instinto, lamentablemente hará daño a quienes más ama. Lo más importante de todo esto no es cuestionar lo que sucedió, sino analizar por qué y para qué. Y esto porque, en ocasiones, creemos que la felicidad es un zapato y no, la felicidad es una decisión consciente. (2016)
Cuando el castillo de naipes se me desmoronó, entendí que el mundo funciona mejor cuando se nutre de una cadena de favores. Estamos unidos por hilos invisibles que se tensan a partir del amor emanado de nuestros corazones. Y, a medida que crecemos, estos hilos se transforman. Se vuelven elásticos porque se amoldan. Se vuelven irrompibles porque se compactan. Brillan porque se alimentan del sol y por eso, se vuelven súper poderosos. (2017)
Y entonces, llega una voz, le sigue un halago y lo que pareciera que es una coincidencia, que no es más que el mensaje directo para mí que me dice: “estás lista, sal a vivir, que la vida es una sola”. Nace, junto a Alberto Arismendi, RumbaPuntaCana. (2018)
El 2019 me mostró lo que verdaderamente significa renunciar y no puede estar mejor explicado que en este extracto del poema de Andrés Eloy Blanco, que siempre recitaba mi madre: “Yo voy hacia mi propio nivel, ya estoy tranquilo. Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño; desbaratando encajes regresaré hasta el hilo. La renuncia es el viaje de regreso del sueño”.
Al 2020 no se le despide con un puntapié ni con mala cara. A pesar de que trajo la pandemia al mundo entero, con ella también nos trajo muchísimas enseñanzas, nos dio muchísimas lecciones y nos impulsó a reinventarnos. Aprendimos a no dar nada por sentado, a, definitivamente, no dejar para mañana lo que podemos hacer hoy, a acercarnos más aprovechando la tecnología en vez de abusar o despotricar de ella. El 2020 nos abrió más el corazón a la vida, nos reeducó acerca de la fe, el optimismo, la sinceridad la prevención y el respeto. Te quiero, Aníbal y te llevo conmigo a donde quiera que voy.
Que este nuevo año 2021, que empieza en pocas horas, podamos verlo como un año de nuevos retos, nuevas oportunidades y de muchísima felicidad. Pongámonos metas y esmerémonos por cumplirlas.
Sé como el agua: fluye, adáptate, cambia de estado, de forma, pero nunca jamás pierdas tu esencia. “Be water, my friend” (Bruce Lee).
Con cariño,
Mónica León
COMO LA VIDA MISMA
RumbaPuntaCana