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Si toca té, pues a beberlo. El año no siempre se despide de la misma manera. A mí me dio resfriado el 30 de diciembre en la noche. Se me tapó la nariz y tocó reposar y tomar té para mejorarme. Esperé pacientemente la venida del 2024 y aunque la pasé durmiendo, me desperté con muchas expectativas, buena energía (tras regaño de una amiga cuando gruñí por sentirme mal) y, sí, adivinaron, tomando más té.

Sin duda, el 2024 llegó con todo y así lo espero y lo recibo. Sé que llega derramando bendiciones para todos. Gracias, padre por todo lo que nos das.

El 2023 fue un año bastante movido. La mayoría de nosotros nos reinventamos y resurgimos nuevamente después de una mezcla del letargo obligado y sismo espiritual irreverente que nos produjo todo el revuelo del Covid-19. En lo personal, la «abuelitud» tocó mi puerta y, aunque me toca disfrutar al retoño en la distancia, agradezco la preparación que nos brindó la pandemia. Este año, la «abuelitud» se repite y es que, sabrán ustedes, mis queridos lectores, que «gallo que no repite no es gallo«.

Les dejo por aquí un consejo sabio de mi adorada y recordada mamita: «Construir en vez de destruir«.

A ti que siempre me lees: que tengas un 2024 prosperísimo, que la rumba (Rumbapuntacana) te acompañe a donde quiera que vayas y que todos tus deseos se hagan realidad.