A mi papito lo disfruté mis primeros años de vida y lo vi partir a otro plano cuando apenas tenía 5. Sé que él así lo planificó. De ese modo me hice más fuerte, maduré con más firmeza y aprendí a vivir con más pasión. Mi mamita tomó el timón y fue padre y madre. No fue fácil, pero sí un ejemplo de comprensión, tolerancia, respeto y orientación.
Para que no sintiera la ausencia, mi hermano Asdrúbal se convirtió en mi Navidad. No podía ser de otra manera. Papá bien le puso su santo a cada uno y a él lo llamó Asdrúbal Natividad. Cuando pensé que no tendría representación paterna frente a un novio, saltó mi hermano Aníbal José, con un firme apretón de manos: «Mucho gusto. Aníbal León». Estuvo allí para apoyar mis decisiones mâs importantes en la vida, para influir en ellas y aplaudir cada logro, hasta hace apenas muy poco y eso hoy hace que el día se me ponga un tanto gris.
Para combatir la tristeza, rápidamente me he refugiado en todas aquellas imágenes que reflejan la vida feliz familiar que hemos tenido, juntos o por separado y elevo un suspiro que llega al cielo y baja recargado de buena energía. Se siente bien.
Yo sigo aquí, mirando siempre al horizonte. Caigo en cuenta de que ahora me queda un papá: aquel «niño Jesús» que me mandaba cartas escritas en la máquina de escribir de mi papá, una que tenía las teclas duras, muy antigua y en la que plasmé mis primeros escritos.
Los León Salguero se han multiplicado y los dos varones de la familia nos han traído dos padres, hasta ahora. Uno de ellos, lo fue por poco tiempo y a través del él, aprendimos a a amar al producto del amor que apenas vivió por unas horas y que está siempre presente en nuestros corazones. Con el gran León, aprendimos que: «la familia no es solo la sangre, sino todo aquel ser imperfecto que nos topamos en el día a día y que, a veces, sabe más de nosotros que nuestra propia familia». Así, el León que le sucedió se convirtió en padre sin haber procreado y ahora celebra por partida doble.
Mis hijas son la mitad de exitosas que son gracias a sus padres. Razón por la cual, dejo colar esta oración en honor a quien colaboró para que fueran lo que hoy son y las apoya en lo que puede y como puede, sin dejar a un lado su esencia única, irreverente y algunas veces, divertida.
De mis viejos, me queda Legato (mote cariñoso muy íntimo) y el deber de honrar a quienes han hecho de mí la mujer íntegra que soy. A mi vida llegó otro padre, alejado de sus hijos, pero que nunca los olvida ni se desprende emocionalmente de ellos. Con él he podido corroborar que un padre, aunque lejos, siempre estará pendiente de sus retoños.
Reciban todos los padres en Venezuela y en muchas partes del mundo (En RD no es todavía) un feliz día. Que Dios padre Todopoderoso bendiga sus pasos siempre.